Comentario
Capítulo XXXI
De la villa imperial de Santiago de Potosí
Esta famosa y riquísima villa la pintan con una águila imperial y una corona en la cabeza y, según entiendo, le dio estas armas el invictísimo emperador don Carlos Quinto, y sus dos columnas. El edificio della comúnmente no es pulido ni labrado con gasto, porque, solamente los que en ella viven, han puesto la mira en sólo sacar plata y más plata, e irse a gastarla a otros lugares deste Reino de mejor temple y a su naturaleza, y así curan poco de edificar, y sólo las iglesias son de fábrica costosa. El temple desta villa es áspero y desabrido, especial en los meses que corren unos aires arrebatadísimos que llaman tomahabis, que se llevan las casas. No produce esta villa fruto ninguno de la tierra, sino sólo plata: pero no por eso le falta ninguna cosa necesaria a la vida humana, porque a siete, diez, doce y veinte leguas, tiene valles fertilísimos que la proveen de harina, maíz, cebada y de todos los géneros de frutas de la tierra y de Castilla que se pueden desear, y las tiene todo el año, sin que se sienta falta; y las quebradas y llanadas de leña la sustentan de carbón. Hay unas salinas a nueve leguas, que la hinchen de sal.
Tiene siete lagunas hechas a mano y con artificio de los españoles con que muelen los ingenios, porque las aguas en Potosí son de tres a cuatro meses. Hay cerca de más de dos leguas de piedra de amolar, necesarísimas para deshacer el hierro, y hacerlo harina, con que se benefician los metales.
La iglesia mayor es mediana, aunque había de ser mayor para la gente que encierra la villa, pero riquísima de ornamentos costosos. La lámpara que arde delante el Santísimo Sacramento tiene cuatrocientos y veinte marcos de plata, y otras dos: una de Nuestra Señora de la Concepción y otra del Sacramento de a cien marcos. La capilla de Santa Ana la adornan tres lámparas de ochenta marcos cada una, y la de las Ánimas y San Crispín a otros ochenta; y esta iglesia es continuamente servida de más de treinta sacerdotes, sin los curas y sacristanes y su vicario, que gozan de obvenciones y provechos muy ricos. También hay buena música con instrumentos, y todo lo que se requiere al culto divino abundantemente hay con que se ilustra, más cinco conventos de religiosos: dominicos, franciscos, augustinos y de Nuestra Señora de las Mercedes, donde está una imagen muy devota, que hace infinitos milagros, y Compañía de Jesús. Todos con lindos ornamentos y todo cuanto se puede pedir para ser bien servidos y, en ellos, famosos predicadores y observantísimos religiosos, que sustentan la villa y son murallas contra el poder de Satanás, que allí lo procura extender cada día más.
La villa tiene por nombre Santiago, y los Patrones y abogados principales son: la Concepción Inmaculada de la Virgen Nuestra Señora y el gran doctor de la iglesia San Agustín y Santa Bárbara. El hospital no se sabe si en todo el mundo le haya más rico, porque pasan de cuarenta mil pesos de renta los que en él se gastan cada año, sin las limosnas; y así es muy bien servido de todos los ministros que hay en él, y siempre el médico principal es de los más experimentados del Reino, y son los enfermos curados allí con mucho amor y regalo, y ninguno que sea pobre sale de allí desnudo, que son tantas las limosnas que acuden de personas caritativas, que lo podrán vestir de plata y oro.
Hay catorce parroquias de indios alrededor de la villa, que son: Nuestra Señora de los Carangas, San Bernardo, San Martín, Nuestra Señora de Copacabana, San Pedro, San Pablo, San Juan, San Sebastián, la Concepción, San Francisco, San Christóbal, Santiago, Santa Bárbara, San Benito y otra iglesia de San Lázaro. Estas parroquias están muy bien adornadas con ornamentos muy ricos y lámparas de plata, muchas cofradías muy bien servidas, y tienen los curas de salario ochocientos pesos ensayados, pagados en la caja real, sin su pie de altar, que en algunas llega a tres y, cuatro mil pesos, y así estos beneficios son muy estimados y, pretendidos.
Reside en esta villa un corregidor con cuatro mil pesos ensayados de salario, y siempre suele ser un caballero de hábito de gran valor y brío, que es bien menester para la gente que en ella hay, porque debe de ser clima que influye sobre aquella villa y su distrito que, entrando en ella un hombre pobre y desventurado y de naturaleza cobarde, en el instante que la pisa, se le levantan los pensamientos a no estimar la plata ni hacer caudal della, y a parecerle que él solo es bastante a pelear con un batallón de hombres armados. Tiene sus alcaldes ordinarios y regidores y un fiel ejecutor, cuyo oficio se vendió en sesenta mil pesos ensayados, y el alferasgo de la villa, en otros sesenta mil, y la vara de alguacil mayor que cría otros [puestos] dieciséis menores, en ciento y veinticinco mil ducados de Castilla.
Las Casas Reales son lo principal de la villa, donde viven factor, tesorero y, contador de Su Majestad que tienen a tres mil pesos ensayados de salario. Tiene esta casa, dentro de sí, el almacén de los azogues, donde se recogen seis mil quintales, que se gastan cada año. También está la fundición y la casa del ensayador. Es fama pública que se fundirán en ella, cada año, sobre veinte mil barras, que salen de ochenta marcos cada una, de las cuales se paga a su Majestad el quinto y, se entiende, que del de alcabalas, azogues y otros derechos reales, le valdrá cada año tres millones, que es renta que muchos reyes de la cristiandad no lo tienen en todo su reino, y al Rey católico de España se la da sólo una villa.
Hay casa de moneda, que es única el día de hoy, en el Perú, donde del rey y de particulares se labra cada año más de millón y medio en reales. Tiene tesorero, cuyo oficio se vendió en sesenta mil pesos ensayados, y le vale de provechos de seis a ocho mil pesos cada año. Hay escribano de entradas, guarda mayor y menor, cuatro capataces, un ensayador, cuatro trujuleros y veinte negros del rey, sin otras personas que sirven, y todos con muy crecidos salarios. Por aquella puerta no se ve otra cosa, sino entrar piñas, y sacar barras hermosísimas.
Hay en la villa de Potosí, Tarapaya, que está dos leguas della, con un río y laguna junto a ella y ciento y cincuenta y ocho cabezas de ingenios que muelen con el agua que se trae de las lagunas, que he dicho, y diez y ocho ingenios de caballos. Cada cabeza de agua muele en el año más de treinta mil quintales de metal. Andan ocupados en cada ingenio en moler, cernir, repasar y quemar lo más cincuenta indios de día y de noche, treinta en cada ingenio. Para su avío, hay un carpintero, un beneficiador, un ayudante, un mayordomo mayor. Cada cabeza tiene ocho mazos con ocho almadenetas, que pesan cinco arrobas, sin infinitos pertrechos, que sería nunca acabar el referirlos.
Los indios, repartidos por cédulas de Su Majestad, son catorce mil y ochocientos, que nunca han de faltar y, para cumplir éstos, han de asistir al trabajo cuarenta y cuatro mil y cuatrocientos por el tiempo de un año, y éstos van de todas las provincias, de ciento y cincuenta leguas alrededor, al trabajo, conforme les cabe. Son menester tantos indios, porque se trabaja de día y de noche, que en los socavones siempre es noche; lo que se les paga a cada indio de repartición que trabaja en el cerro, son cuatro reales, y a los indios que se alquilan de su voluntad, que son infinitos y llaman mincas, si son apires, les dan un peso y, si un indio, obligado una semana, alquila otro, le da nueve pesos y más el jornal que el español le había de dar, y así al respecto.
En los ingenios tiene por orden Su Majestad tres reales y medio cada indio y, a los que se alquilan, a seis reales y, a los que echan metal en los morteros, a peso, y hay otras mil diferencias de pagas. Si acaso algún indio se muere por descuido del español a cuyo cargo está, paga una barra corriente de doscientos y cincuenta pesos, y ahora le añaden seis meses de destierro. Debe de haber ordinariamente en Potosí, estantes y habitantes, que trabajan de cédula o se alquilan, que entran y salen con comida, leña, carbón, paja y otras cosas, más de ochenta mil indios y más de doscientas y cincuenta mil mujeres, y muchachos más de cincuenta mil. Habrá hasta ocho o diez mil españoles y mestizos y tres mil mujeres españolas, más de cuatro mil negros y negras, muchas tiendas de ropa de Castilla, y muchas más de la tierra; pulperos y regatones. Son sin cuento oficiales de todos oficios: zapateros, sastres, herreros, carpinteros, cerrajeros, plateros y panaderos. No se pueden contar; y todos ganan y todos enriquecen, y es cierto que, si guardasen lo que ganan, pudieran, todos los que he referido, dentro de muy pocos años, fundar grandísimos mayorazgos; pero con la misma facilidad que entra la plata en casa, sale que, como he dicho, crecen allí los ánimos para menospreciar la plata, y la expenden y desperdician sin orden, que acontece en una tarde jugar y gastar lo que en un año han ganado, y salir contentos y sin muestra de sentirlo.
Mataránse en la villa de Potosí cada semana doscientas y cincuenta vacas y carneros de la tierra más de quinientos sin los de Castilla que son infinitos. Vino sube de noventa mil botijas cada año, y de harina, trigo y maíz, cebada, papas, chuño y legumbres y frutas no hay aresmético que lo alcance. De leña pasan de quinientos mil pesos cada año, y de carbón trescientos mil. En el trajín de los metales se consumen cada año más de treinta mil carneros de la tierra, y de tablas y madera para aderezar los ingenios se gastan treinta mil pesos. Sólo concluiré en lo que es gasto, haberme certificado muchas personas antiguas en la villa que se gastan en una Pascua, las del año, más de cien mil pesos ensayados en colaciones, azúcares, dulces, conservas, regalos, vinos y convites y cenas, y que no hay semana que no pasen de veinte mil pesos de sola chicha, y que valga a los indios, que andan recogiendo por las calles y corrales excrementos de los hombres y animales, cada año más de treinta mil pesos, que parece cosa increíble, a quien no ha estado en aquella villa, y también lo parecerá, que la fuente del agua, que dicen de Castilla por ser dulce, sabrosa y sanísima, la cual está en el Empedradillo y tiene cuatro caños de agua, costó de traer de fuera del pueblo y hacer más de un millón. Este Empedradillo está junto a la Iglesia Mayor, y fue lo primero que se empedró, y coge todo el lado de la plaza hacia arriba, y a una esquina le cae la calle de los mercaderes y a la otra, la plazuela del hospital y el gato de la fruta, y está lleno de tiendas de confituría. Ha sido el teatro y centro, donde la ira ha tenido su trono y silla ordinariamente, por ser el lugar de más concurso de Potosí, y allí son los desafíos, las pendencias, las cuchilladas, las heridas, los palos, afrentas y muertes, y casi se tiene por refrán en el Perú, para llamar a uno valiente y bravo, decir: Es soldado del Empedradillo.
Sin las plazas principales, que son tres, hay otras veinte y nueve plazuelas, donde todo el día se venden todos los géneros de cosas y puede pedir la necesidad humana, y, con estar Potosí ochenta leguas de la mar, es proveído con exceso de pescado que le sobre, y aun a veces fresco, como si estuviera una o dos leguas no más. Hay en esta villa hombres riquísimos y que, entre semana, andan con un vestido pardo de paño, como si no tuvieran otro que ponerse, porque así se usa y, entrando en su casa, la hallarán lastrada de barras. Hay señor de minas, que paga de sólo salarios a criados más de ocho mil ensayados. También hay hombres pobrísimos, que se perdieron por no entenderse, o por jugar sus haciendas o por no querer trabajar; pero, al fin, ninguno muere de hambre. Finalmente, hay mucho bueno en esta villa y de limosnas y obras pías y de caridad que se hacen, porque se dan cada año de limosna más de cien mil pesos, y mucho malo de maldades que se cometen en logros, usuras y malos tratos, nacidos de la codicia, raíz de todos los males.
Concluyendo con las grandezas desta villa imperial, ilustre y famosa, de quien se tiene noticia en todo el orbe, no ha querido la Virgen sin mancilla, abogada de los pecadores, que en ella falten sus regalos e intercesiones, porque hay imágenes della, que han resplandecido con famosos milagros: la de Nuestra Señora de las Mercedes, que en el cerro ha sacado indios que, habiéndose derrumbado la mina, era imposible salir ni sacarlos, y la de Copacabana ha hecho esto otras dos y tres veces; otra, Nuestra Señora de Guadalupe, de la misma suerte, y la Virgen del Rosario, que ha hecho en la vida muchos milagros, y la de la Limpia Concepción y la de la Piedad, que está en el mismo convento de Nuestra Señora de las Mercedes, que ha hecho dos patentísimos, y así son seis las imágenes que son tenidas en suma veneración, y se han hecho informaciones dellos para gloria de la Virgen, que en todo el mundo hace favores y mercedes a los que a ella se encomiendan de corazón. Y a estos indios, como amos flacos y miserables, cada día les va mostrando cuánto los quiere y ama, para que así se confirmen en le fe viva de su Hijo Unigénito Jesuchristo, Criador y Redentor de los hombres, y olviden los errores, pecados y supersticiones, en que por tantos siglos vivieron y murieron sus antepasados, y el demonio acabe ya de perder el dominio y señorío que gozó, antes que los Católicos Reyes de España enviasen sus predicadores y ministros a convertir tanto número de almas como se perdían.
Con esto se acaba y fenece esta Historia General y Descendencia de los Yncas Reyes, que fueron destos Reinos del Pirú, y de sus Ritos y Ceremonias y Particularidades de sus ciudades, a honra del Omnipotente Dios, Criador de todas las cosas visibles e invisibles, y de Jesuchristo, verdadero Dios y hombre, su hijo unigénito y de la Serenísima Reina de los Ángeles, Virgen María, Patrona y Abogada de mi sagrada religión de Nuestra Señora de las Mercedes, Redención de Cautivos; y todo lo que en esta historia estuviere escripto va sujeto a la corrección de la Santa Madre Iglesia Católica Romana y, al parecer, de quien mejor lo entendiere.
Ad laudem del Omnipotentis, et S. V. MAP. de Mercede, Red. capt.-Anno a nativitate domini, 1613.